por Javier Gonzalez Panizo
Partiendo del libre juego del entendimiento kantiano, de la imaginación creativa, de los poderes nocturnos novalianos, el primer romanticismo tuvo en el concepto de producción una de sus dianas preferidas. Para fagocitarse del imperio de la razón instrumental que empezaba a crear su pequeño reino de déspotas, para dar cabida a una esfera de razón práctica donde pudiera operarse una vinculación entre el universal perseguido y la individualidad propia de cada sujeto –es decir, para no acabar en un panteísmo ni en un ateísmo-, la estética romántica surge como propuesta desde donde operar una esfera pública común desprovista del reino de los intereses creados, donde solo los fines racionales y éticos a un tiempo, tuvieran cabida.
La noción de genio de Kant, el sujeto que se da así mismo unas reglas que coinciden punto por punto con las reglas de la producción que entran en juego en tal construcción, es pilar fundamental desde la que, lamentablemente, vinieron a converger teorías ‘sacrílegas’ de todo tipo: desde la divinización del artista, pasando por el glamour de la tuberculosis y la buhardilla parisina, hasta la tautología utópica del ‘todos somos artista’.
Y es que la estética vino desde el principio a comprenderse como instancia desde la que operar una diferencia con el ámbito de producción propio de la racionalidad ilustrada. Dicha diferencia operaba, y sigue operando, entre dos polos: el polo de la autonomía de la práctica estética, y el polo opuesto de su devenir-vida. Praxis artística y trabajo, vendrían entonces a contraponerse como modos de producción vital la primera, y alienada la segunda.
Dentro de esta problemática una de las figuras que más fama tuvo fue sin duda la del homo ludens: la idea de que el hombre, disponiendo de sus facultades creativas, lograría desvincularse de la productividad capitalista, ahí donde su producto quedaba enajenado.
Schiller, partiendo del primado conceptual de la noción de intuición sensible de Kant, desplegó una filosofía completa donde la educación estética vendría a comprenderse como fundamental a la hora de hacer emerger un sujeto totalmente libre. Es decir, para un total florecimiento de la cultura, no bastaba con el homo faber,sino que sería menester un sujeto capaz de relacionarse con sus capacidades más creativas: el homo ludens. “Expresado con toda brevedad, diría el propio Schiller, el ser humano sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido”.
Con el tiempo, y entrando ya como no en la era de la autonomía negativa -aquella que más que postular la construcción de una instancia pública común, se contenta con atrincherarse en sus posiciones de ejercer de polo de resistencia frente a la cada vez mayor conquistas de la mercantilización y fetichización de todo tipo de mercancías-, las posiciones lúdicas de la estética, vinieron a formar parte de las estrategias más convincentes a la hora de lograr un aplazamiento, un punto de fuga, de la imperiosa razón hiperinstrumental.
Así por ejemplo, y antes de desencadenarse el fracaso de toda decadencia, la filosofía del dios que baila deNietzsche y aquella otra del flaneûr de Baudelaire, vendrían a ser los herederos más consistentes de una práctica que tenía en la faceta lúdica y ‘ebria’ a su mejor compañera.
Pero, en esto como en todo, los tiempos cambian que es una barbaridad. De las encomiables posiciones que se comprendían como el último bastión de la resistencia militante, hemos pasado al hecho de que todo, absolutamente todo, sea absorbido por las formas de la economía del capitalismo cultural para su aprovechamiento masificado. Fácil de concluir es que todos los vestigios de creatividad lúdica son rápidamente desconectados de su potencialidad utópica para caer en manos de las industrias del entertainment y el showbussines.
Con estos condicionantes socio-históricos, Jonathan Notario (León, 1981) lleva desarrollando desde el año 2009 una propuesta artística con la cual, con un envidiable sentido del humor, pone al descubierto las estrategias irónicas sórdidamente ganadas para el sistema mercantil. Sus obras, que conjugan la pintura y la escultura con la performance, apelan a lo candoroso del juego para, desde ahí, llevar las absurdas contradicciones de la tecnificación y escenificación postmoderna a un grado tal de ironía que, sutilmente, nos enfrenta a lo paranoico de nuestros ejercicios de divertimento.
Y es que la estrategia de Notario bien podría resumirse como la absurdez elevada a su máxima potencia: si el sistema económico se propone como el dispositivo que crea precisas soluciones para problemas que nunca antes habíamos tenido, si su mecánica se infiere de la capacidad que tiene el propio sistema de anticipar la causa al efecto, la satisfacción al deseo, Notario no hace sino tirar de la cuerda, tensarla hasta que ésta, a punto de rasgarse víctima de una simulación esperpéntica, nos devuelve la imagen invertida a nuestro verdadero campo de acción: una topología hipertecnificada donde bajo la máscara del divertimento nuestras preocupaciones e intereses se dirigen a lo para-absurdo de dar soluciones a lo estúpido.
Así Reality Toys, la marca ‘registrada’ del propio artista-jugador, es una marca ficticia de juguetes que ayudan a solucionar problemas humanos mediante la intervención absurda de la técnica. Sus lienzos, simulando ser el empaquetado del propio juguete, reflejan igualmente sus campañas publicitarias y sus manuales de instrucciones, al tiempo que, pegado al propio lienzo, el juguete en cuestión destaca para que el público ‘juegue’ con él.
Diversión y parodia para denunciar de manera harto irónica los efectos devastadores del marketing: el juego, si como hemos señalado más arriba, pudiera comprenderse como la instancia desde la que hacer dinamitar las estrecheces racionales, es devuelto por Notario a su lugar privilegiado: el juego como ámbito desde la que dar un corte y reorganizar el sentido de lo posible y de lo deseable. Porque, a fin de cuentas, ¿quién no ha deseado ser sustituido en el trabajo, o defenderse en inglés, o disponer de una bomba antidiscusiones?
Si Schiller, en definitiva, articulaba el sentido de lo lúdico como antagonismo principal a los dictados de la razón, Notario comparece en esta exposición como heredero de esta tradición para, de forma irónica, denunciar el poder actual de una tectónica que, articulando lo posible con lo técnico, delinea un campo desiderativo que, a poco que se tensen sus parámetros, nos devuelve la absurdez atrofiada de su propio proceder.
Abrir el sentido burlón de lo posible/imposible, o delinear nuevas estrategias utópicas: Notario juega ser artista y, de hecho, a veces pareciera que lo consigue.
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Art Games: The Jonathan Notario’s playful unreason
Starting from the free play of the Kantian understanding of the creative imagination of the powers novalianos night, the first romance was in the production concept of its preferred targets. To fagocitarse the rule of instrumental reason began to create their little kingdom of despots, to accommodate a sphere of practical reason which may be operated a link between universal and individuality chased each subject, that is, to not end in pantheism or atheism-romantic aesthetics emerges as a proposal from which to operate a common public sphere devoid of the kingdom of vested interests, where only the rational ends and ethical at the same time, were accommodating.
The notion of the genius of Kant, the subject who gives himself a few rules that match point by point with the rules of production that come into play in such a construction is a fundamental pillar from which, unfortunately, came to converge theories’ sacrilegious ‘of all kinds: from the deification of the artist, going by the glamor of tuberculosis and Parisian garret, to the utopian tautology’ we are all artist ‘.
And the aesthetic came from the beginning to be understood as an instance from which to operate a difference in the field of production of Enlightenment rationality itself. This difference operated, and still operates, between two poles: the pole of the autonomy of the aesthetic practice, and the polar opposite of his becoming-life. Praxis artistic work, come then contrasted as modes vital production first, and alienated the second.
Inside this issue one of the most famous figures had was definitely the homo ludens: the idea that the man, having their creative skills, achieve productivity disassociate capitalist where your product was alienated.
Schiller, starting from the conceptual primacy of the notion of Kant’s intuition, deployed a complete philosophy where aesthetic education would come to be understood as fundamental in a subject to emerge totally free. That is, for a full flowering of culture, not enough homo faber, but it would need a subject able to relate to more creative capabilities: homo ludens. “Expressed in all brevity, Schiller himself would say, man is man only plays when in the full sense.”
Over time, and as now entering the era of negative autonomy-one that only hypothesize the construction of a common public authority, is content to entrench themselves in their positions polo exert resistance to increasing gains commodification and fetishization of all kinds of goods-, positions playful aesthetics came to be part of the strategies most convincing when obtaining a stay, a vanishing point, the overriding reason hiperinstrumental.
For example, before triggered the failure of all decadence, the philosophy of god dancing Nietzsche and that other of the flâneur in Baudelaire, would become the heirs more consistent practice in his facet playful and ‘drunk’ his best mate.
But in this as in everything, times change which is outrageous. From the commendable positions that included as the last bastion of militant resistance, we have passed the fact that everything, absolutely everything, is absorbed by the forms of cultural capitalism economy for exploitation crowded. Easy to conclude is that all vestiges of playful creativity is rapidly disconnected from their utopian potential to fall into the hands of the entertainment industries and showbussines.
With these socio-historical conditions, Jonathan Notario (León, 1981) has been developing since 2009 an artistic proposition with which, with an enviable sense of humor reveals sordid won ironic strategies for mercantile system. His works, which combine painting and sculpture to performance, appeal to the candor of the game from there, take the absurd contradictions of modernization and postmodern staging a degree of irony that subtly confronts us with the paranoid divertimento our exercises.
And the Notario´s strategy might be summarized as the absurdity elevated to full power: if the economic system is proposed as the device that creates precise solutions to problems that we’ve never had, if his mechanics were inferred from the ability of anticipate system itself cause to effect, the satisfaction of desire, Notario merely pull the rope taut until, about to tear the victim of a grotesque simulation, inverted image returns us to our true scope : hipertecnificada topology where divertimento under the mask of our concerns and interests to target what-nonsense solutions to the stupid.
So Reality Toys, the brand ‘registered’ the artist-player, is a fictional brand of toys that help solve human problems through intervention technique absurd. His canvases, pretending to be the packaging of the toy itself, also reflect its advertising and instruction manuals while, stuck to the canvas itself, the toy in question stands for the public to ‘play’ with it.
Fun and parody to expose a wholly ironic the devastating effects of marketing: the game, if as noted above, could be understood as the instance from which to blow the narrowness rational, is returned by Notario to its privileged place: the game as an area from which to cut and rearrange the sense of the possible and desirable. Because, after all, who has not wished to be replaced at work, or defend in English, or have a pump antidiscusiones?
If Schiller ultimately articulated the sense of playfulness and antagonism leading to the dictates of reason, Notario appear in this exhibition as heir to this tradition, ironically, report the current power of tectonic articulating possible with technical, wishful that delineates a field, just to tighten its parameters, it returns the atrophied absurdity of his own course.
Open mocking sense of the possible / impossible or utopian outline new strategies: Notario plays an artist and, in fact, sometimes it seems like it gets.
Javier González Panizo